En Tafí del Valle, las y los “Mensajeros de la Pacha” demuestran que las niñeces pueden liderar la defensa del agua y el territorio. Con la guía de las personas más ancianas de su comunidad, estos niños y niñas recogen y transmiten la sabiduría ancestral del pueblo diaguita, mostrando cómo la educación intercultural puede ser una herramienta poderosa contra la crisis climática.
Por Camila Parodi
En la localidad de Tafí del Valle, en Tucumán, un grupo de niños y niñas de quinto grado de la Escuela N° 28 impulsó un proyecto que recupera las experiencias de su pueblo en defensa de la vida, el territorio y la comunidad. Se nombraron como “Mensajeros de la Pacha”, pequeñas y pequeños guardianes de la tierra que trabajan incansablemente para transmitir la sabiduría de las personas más ancianas y sabias de su comunidad. Un pacto intergeneracional entre las niñeces y las personas adultas mayores, cuyas experiencias son menospreciadas por este mundo adultocentrista, para defender el elemento sagrado y vital de su cosmovisión: el agua.
Mercedes Fernández, comunera, docente de la escuela e integrante de la Red Transandina Diaguita de Mujeres y Disidencias “Ancestrías del Futuro”, explica que este proyecto es producto de un proceso de tres años de trabajo junto a la comunidad escolar el cual “se potencia con la re-existencia originaria a través de la memoria comunitaria”. Mercedes comparte el espíritu del proyecto: “En las comunidades sabemos que la memoria surge de nuestra Pacha y nosotros solo la traducimos. Estos niños han entendido que los cuatro elementos son sagrados y que su protección es fundamental para la vida. Ellos, como Mensajeros de la Pacha, están llevando este mensaje a donde más se necesita, demostrando que la sabiduría ancestral tiene un lugar crucial en nuestro presente y en el futuro“.
La docente habla del proyecto con orgullo y emoción: sus alumnos y alumnas se han convertido en embajadores de un mensaje ancestral. Inicialmente, la maestra se propuso trabajar en los impactos concretos que tiene la “crisis climática” en las vidas de quienes habitan Tafí del Valle, materializando este concepto. “Me preguntaba cómo hablar de extractivismo en una escuela, y sí, se puede”, comenta. “Mi identidad originaria no solo me lo permite, sino que me lo está pidiendo todo el tiempo. Es necesario, como mujeres y guardianas del futuro, es nuestra misión y tarea docente”, reafirma Mercedes, quien sostiene hace más de una década una propuesta pedagógica intercultural dentro de la escuela formal.
La inspiración para este proyecto nació tras el diálogo con don Marcos Pastrana, sabio de la comunidad e integrante del Consejo de Ancianos de la Nación Diaguita. Su conocimiento profundo sobre la importancia del agua resonó con los niños y las niñas del pueblo. “Transformamos la idea que nos trajo don Marcos en una entrevista maravillosa con los niños, quienes con su enorme sabiduría comenzaron a preguntar”, recuerda Mercedes. “Don Marcos les dijo algo muy bonito: ‘Yo tengo esta cabeza grande, llena de historias y memorias. Si aprendo mucho, mi cabeza crecerá’. Esto les ayudó a entender la importancia de la memoria y la transmisión de conocimientos en nuestra comunidad”, asegura la docente con una sonrisa plena.
Así, las y los estudiantes de quinto grado decidieron investigar los problemas ambientales de Tafí del Valle, un tema que los manuales escolares no abordaban con suficiente profundidad. En las palabras de don Marcos y de otras personas de la comunidad, encontraron la información que buscaban, esa que los libros no les enseñaban: “Aprendimos sobre la importancia del agua y cómo cuidarla”, relata tímidamente uno de los estudiantes. “Don Marcos nos enseñó que el agua, junto con la tierra, el aire y el fuego, son elementos sagrados y dadores de vida, no simplemente componentes abióticos del ecosistema como dicen los libros”, continúa explicando el niño, luego de haber preparado, de manera colectiva, cada una de las respuestas para la entrevista.
Con su experiencia, los niños y las niñas de la escuela N° 28 demuestran que la educación intercultural y la transmisión de conocimientos ancestrales pueden convertirse en herramientas poderosas para enfrentar la crisis ambiental. Con entusiasmo, realizaron entrevistas a otros ancianos y ancianas de la comunidad, como doña Bartolina Casimiro y Mónica Méndez. “Nos contaron muchas historias sobre cómo se cuidaba el agua antes, y nos dimos cuenta que debemos seguir esos ejemplos para proteger nuestros ríos y montañas”, comenta una de las niñas en el intercambio.
El proyecto “Mensajeros de la Pacha” se convirtió rápidamente en un vehículo para transmitir estos conocimientos que por años son compartidos de generación en generación. Las niñeces, con la guía de sus docentes, crearon imagotipos y una página web con acceso a través de un código QR, asegurándose de que su mensaje llegue más allá de las paredes de la escuela. “Nuestro trabajo necesitaba un título, y como la escuela exige estudiar los problemas ambientales, decidimos abordar los problemas de nuestra región”, cuenta Mercedes. “Los niños querían un título para su proyecto de feria de ciencias, y así surgió ‘Mensajeros de la Pacha’. Hoy estamos cumpliendo nuestros objetivos porque uno de ellos es que muchas más personas conozcan la idea de protección que necesitan los cuatro elementos y que nos lean a través de las noticias es una manera de continuar transmitiéndola”, agregó.
En su investigación, reflexionaron sobre la importancia de compartir lo que han aprendido porque, al fin y al cabo, ese mensaje que tan cariñosamente les compartieron sus ancianos y ancianas contiene la respuesta a un mal que perjudica a toda la vida, humana y no humana, en la actualidad. “Queremos que otras personas sepan que el agua es sagrada y que debemos cuidarla”, dice uno de los alumnos. “Fue emocionante escuchar las historias de nuestros ancestros y aprender de ellos”, agrega su compañera. “Después de hablar con don Marcos, entendimos que las grandes empresas contaminan el medio ambiente y que nosotros tenemos que hacer algo para proteger nuestra tierra”, explican las y los estudiantes de quinto grado.
Con este proyecto, explican las y los estudiantes, aprendieron nuevos conceptos que les permitieron nombrar a las cosas por su nombre: “Nos gustaría que en la nota aparezcan los conceptos de terricidio y extractivismo inmobiliario“, solicita uno de los niños. Ideas que aprendieron junto a don Marcos Pastrana y doña Bartolina Casimiro, agrega su compañera. Si bien estas conceptualizaciones suenan complejas, para los chicos y las chicas de Tafí del Valle son fácil de explicar: “El terricidio es la matanza de la tierra”, explica un estudiante. A continuación, Mercedes agrega: “Doña Bartolina nos enseñó que las grandes empresas inmobiliarias venden nuestros terrenos con interés turístico y que por eso nos estamos quedando sin tierra para los animales, sin yuyos medicinales o tierras comunales. Además, hay contaminación por la basura, contaminación lumínica y sonora, todo el espacio se transforma”.
Con la llegada de la modernidad, “el mensaje” -esa manera de comprender la vida humana como parte de la naturaleza- fue interrumpido por quienes reconocieron el valor de la naturaleza en términos económicos y rompieron el lazo afectivo que tenían con ella. “Los despachados”, en términos de don Marcos Pastrana, aquellas personas que “no tienen conciencia de la Pachamama y que manejan los bienes comunes de todo el mundo”.
Sin embargo, y a pesar de sus intentos por mercantilizar la vida toda, la idea se continúa transmitiendo. Esto se debe, en parte, al esfuerzo que hacen tanto las personas ancianas como las niñas para mantener vivo su mensaje, así lo asegura la docente: “Las infancias son parte de los procesos colectivos y lo tienen muy claro porque no están tan contaminadas con toda esta información que nos atraviesa a las personas adultas. Es lo que nosotros tuvimos cuando fuimos educados en esta escuela que fue tan colonizadora para estos territorios. Por eso, su simpleza y forma de vivir en el presente es clave para nuestra mirada adulta, tenemos que aprender mucho de ellos y ellas”.
Como explica Mercedes, las niñeces -en tiempo presente- son actores sociales y políticos que reflexionan sobre sus acciones y su vida cotidiana. Integran las comunidades y habitan los territorios, no son sujetos aislados del entramado social: participan de los procesos sociales así como también defienden sus derechos y territorios al igual que las personas adultas. Al compartir sus voces y miradas, disputan con los sentidos -antropocentristas y adultocentristas- que colocan a las personas adultas en el centro de la vida e ignoran esas otras experiencias de generaciones subalternizadas.
Este accionar no es casual, la concepción de la niñez como “inocente”, necesitada de protección y gobernabilidad a través de la educación y la atención, separada de la vida de las personas adultas surge en paralelo a la colonización. Un claro proceso de degradación de los seres humanos que se encontraban en nuestros territorios y que fueron concebidos como seres “inmaduros” y necesitados de desarrollo. Desde entonces, las niñeces, los pueblos indígenas y los territorios del continente fueron invisibilizados y silenciados como parte del mismo proceso.
Incorporar la perspectiva niña a la interpretación de la realidad y la intervención en ella es crucial. Esta mirada, como explica el investigador y educador popular Santiago Morales, centrada en la curiosidad, la alegría y el deseo de saber, nos permite aprender de las niñeces, quienes aportan una epistemología y sensibilidad única. Morales destaca que la perspectiva niña busca integrar el lenguaje y la racionalidad-relacional de las niñeces para “infantilizar” y sensibilizar nuestra mirada adulta. Promoviendo así un enfoque más humano y creativo en la defensa de los derechos y el territorio.
En el proyecto “Mensajeros de la Pacha”, la integración de esta perspectiva ha permitido que los niños y niñas no sólo sean receptores de los saberes ancestrales, sino también actores activos en la lucha por la protección del agua y la vida. A partir de su investigación, explican que ahora saben que el agua, la tierra, el aire y el fuego son elementos sagrados: “Los tenemos que proteger como nuestros ancestros y abuelos lo hicieron por nosotros”, añade otra niña. “Nos sentimos muy orgullosos de ser Mensajeros de la Pacha y queremos que más personas se unan a nosotros para cuidar nuestro planeta”, enfatizan al finalizar la charla.
*Tanto la entrevista como las fotos publicadas en esta nota fueron autorizadas previamente por la comunidad educativa.